Más de 400 trabajadores han renunciado a la USB en los últimos dos años

03-11-17.-

USB se dispone a establecer vínculos con personal fuera del país

Soraya Villarreal / Departamento de Información y Medios USB.-

La emigración de venezolanos hacia otros países ya no es noticia que sorprenda, y la USB ha experimentado este fenómeno desde hace más de un lustro, haciéndose más notorio en los últimos dos años, período en el que han renunciado 439 trabajadores tanto académicos como administrativos, técnicos y obreros.

Esta cifra fue ofrecida por la vicerrectora administrativa encargada, Mariella Azzato, durante la charla Emigración venezolana, añoranza de familia, organizada por el Consejo de Jubilados de la USB, Conjusibo, en la que también intervino Beatriz Troconis, personal jubilado del Decanato de Extensión, con el tema Cómo superar el impacto emocional y la añoranza del familiar que se ha marchado.

Azzato explicó que la migración, conocida como el movimiento de la población que consiste en dejar el lugar de origen para establecerse en otro país o región, ha sido una constante característica y decisiva de la historia humana, y que, actualmente, existe un componente que también interviene en los movimientos migratorios, como es la globalización, donde la movilidad humana se ha convertido en un elemento integral de la economía mundial.

De acuerdo con las cifras que ofreció la profesora, Asia tiene alrededor de 49 millones de emigrantes, África 16 millones, y América Latina y el Caribe 6 millones, y que aproximadamente 60% de los emigrantes se encuentra en los países más prósperos del mundo, mientras que 40% está en los países en desarrollo. “El proceso de movilidad social está altamente interrelacionado con factores económicos, políticos y sociales”, dijo Azzato, mientras proyectaba imágenes recientes de la emigración de venezolanos caminando hacia Colombia en la frontera San Antonio del Táchira-Norte de Santander.

Con respecto a la USB, la vicerrectora comentó que de los 439 trabajadores que han renunciado en los últimos dos años, 70% es personal académico, y 30% de los grupos administrativos, técnicos y obreros, por lo que la universidad se ha planteado qué hacer con quienes han decidido irse del país y cómo aprovechar parte del capital capacitado que está buscando mejores condiciones en otros países.

En ese sentido, dijo, la institución busca no perder el contacto con su personal, especialmente el académico, de manera de aprovechar la conexión que tiene con otras universidades y establecer acuerdos entre instituciones para hacer trabajos conjuntos, promover intercambio de proyectos, estudiantes, personal, estudios de postgrados, entre otros, así como diseñar un plan que conduzca a la redacción de un reglamento que permita el teletrabajo, y aprovechar al personal administrativo y técnico que se está yendo para contar con su trabajo hecho a distancia y remunerarlo de acuerdo con la calidad del producto.

La idea, dijo, es no perder el vínculo, “hacer el levantamiento de la información sobre dónde están, qué hacen y cómo podemos ayudarnos mutuamente, al tiempo de ofrecerles la oportunidad de que vuelvan a casa, no cerrar las puertas y pasar la página, pues estamos contando con quienes se queden y con quienes vuelvan para reconstruir el país”.

 La resiliencia como mecanismo de superación

Beatriz Troconis, psicóloga jubilada del Decanato de Extensión, hizo varias consideraciones acerca del estrés que sufren quienes han tenido que emigrar, quienes se quedan o desean salir del país pero no tienen posibilidades, y explicó que el estrés es constante debido a que es multifactorial y se hace difícil manejarlo, pasando de un estrés agudo a crónico, y está asociado a enfermedades psicosomáticas pues afecta los sistemas nervioso, digestivo, cardiovascular e inmunológico.

Otros temas que trató la psicóloga fue la desesperanza aprendida, relacionada con impotencia e indefensión ante las amenazas del entorno, y tiene que ver con lo cognitivo, lo emocional y lo físico; el síndrome de Ulises, también conocido como el síndrome del emigrante, un cuadro psicológico que afecta a quienes emigran por vivir situaciones extremas, cuyos estresores más importantes son la separación forzada de los seres queridos, el sentimiento de desesperanza por el fracaso del proyecto migratorio y la ausencia de oportunidades, la lucha por la supervivencia y el miedo, el terror que viven en los viajes migratorios ante las amenazas de detención y expulsión, la indefensión por carecer de derechos, entre otros.

Ante todos estos factores, dijo Troconis, lo primero que se debe hacer es tomar conciencia, después, tejer una red de afectos, contar con otros, pedir ayuda, y pensar en ser resiliente;  tener la habilidad para resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva”.

En cuanto a las familias resilientes, las describió como aquellas en las que la unidad familiar crea formas activas, saludables y sensibles de satisfacer las necesidades de sus integrantes, sin comprometer la integridad total del grupo y sin abandonar las necesidades individuales de cada uno de sus miembros, mientras que las comunidades resilientes tienen manejo de la información veraz, oportuna y actualizada, control de rumores, actitud crítica frente a los factores de riesgo, identificación y fortalecimiento de líderes positivos, jóvenes incorporados al sistema escolar, ambiente de seguridad, organización y participación comunitaria, crean red de apoyo local, concentran ayuda en los grupos más vulnerables, construyen cohesión para manejar el adversidad, entre otras características.

Troconis propuso el desarrollo de un proyecto de conformación de una comunidad universitaria resiliente en la USB, de manera que institucionalmente exista apoyo ante el estrés que invade a las familias uesebistas.

Para finalizar hubo un homenaje a Damelis Delgado, trabajadora jubilada del Decanato de Estudios Profesionales, por su afán en conformar una red con el personal jubilado de la USB que se encuentra dentro y fuera del país.

Delgado recibió palabras emotivas de parte de sus compañeros que se encuentran en el exterior, como Milagro Giménez, María Gracia Roiatti, y de su hijo Jonás Alvarado.

La nota musical estuvo a cargo de Angélica Avilán, Manuel Solano, Richard Colina, Leonardo Boccardo y los maestros Douglas Saldivia e Ilich Solano.

Fotos: Dirección de Cultura.