Apusb: “Si no mejora la calidad de vida del universitario, la diáspora seguirá indetenible”

20-03-18.-

La descapitalización humana que afecta actualmente a la sociedad venezolana, producto de la huida de millones de profesionales que buscan desesperadamente mejores perspectivas de vida en otros países, luce indetenible, alertó el profesor William Anseume, presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar (Apusb).

Anseume criticó la actitud del presidente Nicolás Maduro sobre el éxodo de venezolanos. “Se refiere, de muy mal modo, a que ‘nos están robando los cerebros’. Habría que advertirle muy claramente al presidente que aquí nadie ha venido a robar cerebros, ni esto es posible, por descabellado y absurdo, sino que su gobierno ha propiciado, de manera por demás inclemente, la diáspora generalizada de los profesionales venezolanos por el mundo. Venezuela ha echado y continúa echando permanentemente del país a sus ciudadanos al no brindarles expectativas de desempeño de vida que superen mínimas condiciones de existencia. Muy especialmente son extrañados los mejor formados, y los profesores, especialmente los universitarios, los investigadores, que son los productores y difusores del conocimiento.”

Opinó que el plan Chamba juvenil del gobierno, es una medida cuyo éxito “está negado de antemano, tanto como la perversa opción de asir política o ideológicamente a estos profesionales al poder político que el gobierno representa con mecanismos al estilo carnet de la patria”.

Para Anseume, si no se mejoran los sueldos y la calidad de vida en general de los profesionales y de los universitarios, recién formados o no, “no será posible contener la diáspora que se ha producido y se sigue produciendo día a día”.

Por su parte, el profesor Luis Buttó, secretario general de la Apusb, se refirió al impacto negativo que la masiva salida al exterior de profesores universitarios ha generado sobre el país. “En los últimos diez años se calcula en 50% el éxodo de profesores-investigadores de la universidades venezolanas al exterior. Esto se ha traducido en que durante el mismo período, el caudal de productos de investigación científica del país ha descendido en igual proporción, 50%. Es decir, el país se ha colocado de espaldas a los retos y compromisos que la globalizada sociedad del conocimiento demanda, pues mientras en el país la producción de conocimiento científico se ha constreñido a la mitad de lo que debería efectivamente ser en condiciones ideales, la producción de ese conocimiento se ha multiplicado por cuatro en el resto del planeta. Esto nos pone como sociedad fuera del radar científico mundial e incluso regional: hoy en día en la vecina Colombia, por ejemplo, se produce, cuando menos, ocho veces más conocimiento científico que en Venezuela. Por cierto, buena parte de nuestros profesores han emigrado a universidades del vecino país”.

Agregó que si desde el Estado venezolano “no se hace lo conducente para remunerar adecuadamente a nuestros científicos y brindarles condiciones de vida cónsonas con el importante papel que desempeñan en la sociedad, jamás se avanzará hacia una economía capaz de generar riquezas más allá de los vaivenes de los precios internacionales del petróleo y de la discrecionalidad del gobierno para redistribuir esta renta a su leal saber y entender con fines ideológicos-partidistas. Hoy en día, en los países de mayor desarrollo relativo del planeta, más de la mitad de la riqueza producida está concentrada en los llamados intangibles; es decir, productos directos de la ciencia, de la innovación desarrollada por sus investigadores científicos. Si Venezuela en vez de ser un lugar que atraiga y concentre investigadores, continúa siendo la absurda máquina que los expulsa hacia otras latitudes, jamás se superará nuestro atraso en todos los órdenes. En las actuales circunstancias, la responsabilidad principal en este asunto recae sobre el gobierno. Hay que dejarlo bien en claro: no nos están robando los cerebros; las desacertadas políticas del gobierno estimulan la fuga de los mismos al obligar a nuestros investigadores a esa especie de ostracismo que, de seguro, ninguno de ellos desea realmente”.